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Tuesday, October 26, 2010

Rivera Letelier: “No sé nada de literatura, yo escribo”
Mar 25th, 2010 | By Libros de Mentira

“Cambió la tranquilidad. No me he podido tomar mi taza de té acostumbrada de las cinco de la tarde. Pero bueno son los sacrificios que hay que hacer”. Con ironía, Hernán Rivera Letelier, ganador del XIII Premio Alfaguara de Novela por El arte de la resurrección, cuenta qué pasó luego de enterarse de la noticia.
Con ironía, porque este chileno de 50 años sabe lo que son los sacrificios. Durante cuarenta y cinco años sufrió las exigencias del desierto de Atacama, el lugar donde se crió, donde durante 30 años trabajó como minero y donde se forjó como escritor.
Las andanzas de un predicador que se cree reencarnado en Cristo en el desierto chileno en las primeras décadas del siglo XX, narradas en tono de realismo mágico, lo llevaron a embolsarse US$175.000 y una escultura.
Un premio que no desestima, pero coloca en el lugar que cree indicado.
“Más que el dinero, lo importante es que mi obra la van a leer más personas y en el fondo lo que uno busca cuando escribe es que lo lean”, le dice a BBC Mundo desde Antofagasta.
Y explica que el premio le va a sacar tiempo: “Voy a tener que dar muchas entrevistas, conferencias, viajar mucho, le va a quitar tiempo a mi ocio. Yo soy en verdad un ocioso. Yo no hago nada más que leer, escribir y hacer el amor”.
Entre la convicción y la sorpresa
Rivera Letelier cuenta que cuando se sienta a escribir una novela lo hace “pensando que es mi obra maestra, sino no me sentaría a escribirla. Y cuando envío una novela a un premio, la envío con la convicción absoluta de que esa novela gana”.
Esa convicción, que estuvo presente cuando mandó la copia bajo el seudónimo Manuel Madero, desapareció el lunes a las ocho y media de la mañana. “Cuando me dijeron que gané no lo podía creer”, cuenta entre risas el escritor, ya galardonado por otras obras.

El jurado –presidido por el escritor y periodista valenciano Manuel Vicent– destacó el “aliento y la fuerza narrativa de la novela, así como la creación de una geografía personal a través del humor, el surrealismo y la tragedia”.
Todos elementos que se plasmaron en el papel de forma inconsciente, reconoce el escritor.
“En mi escritura nada es consciente. No soy un teórico soy un práctico. No sé nada de literatura, yo sencillamente escribo. No soy un intelectual, los intelectuales trabajan a base de ideas y conceptos. Yo trabajo a base de intuición, imaginación, memoria… los intelectuales creen en lo que escriben, en sus títulos, en sus master. Yo no creo en lo que escribo, yo tengo fe en lo que escribo”. Y lo dice de forma humilde.
Una humildad forjada por la aridez del desierto y la rudeza de la mina. Una etapa de su vida -la de los 30 años como minero- que le dejó como legado a sus “amigos, arrugas en la cara y un porcentaje de tierra en mis pulmones”.
“Y me queda también un recuerdo muy lindo de ese desierto, que fue donde me críe, donde trabajé 30 años como un obrero, pasé peripecias increíbles, y me sirvió mucho para forjarme como escritor y como hombre”.
La enseñanza del desierto
“De no haber vivido los 45 años que viví en ese desierto, no sería un escritor. El desierto me enseñó a conocerme a mí mismo, a estar conmigo mismo, que es fundamental para escribir”, asegura.
Y el desierto está presente en El arte de la resurreción, una novela que el autor define como “la historia de un iluminado, un hombre que aparece diciendo que es la reencarnación de Cristo en su segunda venida, que aparece en el valle del Elqui, vestido como Cristo”.
“Era un semianalfabeto pero apareció predicando, haciendo milagros, bendiciendo, bautizando, y cuando hablaba la gente quedaba oyéndolo con la boca abierta. Es la historia de este personaje en el desierto de Atacama en busca de una puta beata”.
El personaje Domingo Zárate ya había estado presente en otros libros de Rivera Letelier. Apareció en su primera obra, La Reina Isabel cantaba rancheras (1994), en Los trenes se van al purgatorio (2000) y en Mi nombre es Malarrosa (2008).
“Y cuando apareció por tercera vez me di cuenta en verdad que el Cristo me venía persiguiendo hacía 15 años para que contara su historia. Y tuve que hacerlo. Tuve que sentarme, y cantarla y contarla”, le explica a BBC Mundo.
¿Qué tanto hay de Rivera Letelier en el personaje? “El Cristo tiene mucho de mí. Yo me crié en un hogar con padres evangélicos. Mi papá, que también era un minero analfabeto, era un pastor evangélico y salía a predicar a las calles y me llevaba a que lo acompañara, siendo un niño yo”.
“Y cuando predicaba la gente se quedaba oyendo fascinada. Entonces ése es un mundo que yo conozco por dentro. Y creo que yo era el más indicado para contar y cantar la historia de este Cristo. La prédica de mi padre fue fundamental. Yo me crié con la Biblia en mi almohada. Entonces el lenguaje que se precisaba para contar esta historia estaba en mis genes”, agrega.
Dice que esta novela es lo mejor que ha hecho, “hasta el momento”. Pues no demora en aclarar: “Porque estoy empezando otra que creo va a ser mucho mejor que ésta”.

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