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Sunday, March 15, 2009

FEMINISMO Y LITERATURA EN LATINOAMÉRICA
Adelaida Martínez

Los últimos treinta años han sido testigos de una revolución ideológica que, a la manera de los grandes cataclismos históricos, ha cambiado la faz cultural de la tierra. Haciendo visibles a las mujeres y dotándolas de voz propia, es decir, convirtiéndolas en agentes del poder político (aunque todavía muy limitado, queda mucho por hacer), el feminismo ha causado una transformación profunda en la sociedad contemporánea pues las mujeres están consiguiendo que se deroguen leyes anticuadas a favor de nuevas constituciones, que se corrijan convenciones y protocolos obsoletos, que se revisen actitudes vitales equivocadas y que se desechen falsos valores comunitarios. Con ello el feminismo está dando carácter de época a nuestro tiempo y está marcando las pautas a la cultura del porvenir.

La revolución feminista está ocasionando estragos en todos los ámbitos de la vida actual, desde la moda hasta los dogmas de fe y evidentemente ha cambiado los códigos de la comunicación en todos los idiomas. Baste un ejemplo para ilustrar lo que digo. El signo lingüístico hombre que, en español, en ingles y en muchos otros idiomas, había servido de significante a la totalidad de la especie, hoy se reserva casi exclusivamente para designar al varón. En broma y en serio ahora hay que puntualizar "mujeres y hombres" para significar genero humano. Se alteran los códigos de la comunicación porque ha habido una modificación en las actitudes vitales, porque se ha adoptado una nueva postura frente a la realidad. En este clima revisionista prolifera la literatura femenina. Recibe su impulso inicial del movimiento feminista y de el le viene también su extraordinaria vitalidad. Comprometida a destruir los estereotipos temáticos y formales que la habían falseado, subvierte las convenciones lingüísticas, sintácticas y metafísicas de la escritura patriarcal registrando la totalidad de la experiencia femenina (social, espiritual, psicológica y estética) en textos que van desde la denuncia airada hasta lo lírico-intimista.

La escritora contemporánea rompe con el status quo y crea universos que corresponden a sus propios valores, sin negar su biología y desde su perspectiva de mujer. El resultado es un nuevo canon en la literatura: una imagen de la realidad captada con ojos de mujer y plasmada con discurso hémbrico. Imagen que no había estado totalmente ausente de la literatura anterior pero que ahora se configura en una abundantísima publicación de textos, los que han llegado a constituir un corpus con su propio contexto, su propia voz y su propia visión, la cual debe ser juzgada por sus propios méritos.

Una vez superado el asombro por la explosión de escritura femenina que se viene registrando en los últimos veinte años por todos los países de América Latina, se está entrando en un momento de reflexión y análisis. Hay un dialogo, entablado a nivel internacional, entre escritores y críticos, para determinar los puntos de coincidencia y los de divergencia entre la literatura femenina latinoamericana y las otras literaturas tanto del tercer como del primer mundo, incluida la teoría literaria. Tarea nada fácil, pero el esfuerzo ha comenzado. Dada la globalización que en el siglo XX han ocasionado los medios de comunicación y la facilidad de viajar, ya no es posible marginar del todo ni siquiera aquellos lugares que antes parecían tan lejanos y exóticos. Así es cómo y por qué la practica textual de las escritoras latinoamericanas ha trascendido el continente aportando lo suyo a la formación de la estética que ahora rige.

La revisión del canon que efectúa la literatura femenina latinoamericana coincide con las enmiendas que hacen las literaturas femeninas de otras lenguas integrando temas antes "prohibidos," como la sexualidad de la mujer, la denuncia de la opresión patriarcal, la búsqueda de la identidad, lo que supone el proceso de escribir para una mujer en la sociedad actual. Se distingue de las otras literaturas por incorporar la problemática tercermundista del colonialismo, del silencio ocasionado por la tortura política, y de la violación ecológica. En cuanto a la expresión, la temática, así corregida y aumentada, solivianta el discurso hegemónico enriqueciéndolo con nuevos e inéditos códigos. Expongo a continuación algunas consideraciones que espero contribuyan a aclarar, por un lado, el carácter singular de la literatura femenina latinoamericana y, por otro, la coyuntura histórica en que hoy se encuentra esa literatura.

Lo que define a la literatura femenina latinoamericana es indudablemente su diversa y multidimensional especificidad cultural, repartida en diecinueve países que difieren profundamente en su constitución racial, en su desarrollo histórico y en sus estructuras sociopolíticas. La experiencia femenina en los países andinos, con su altísimo índice de población indígena y de pobreza, difiere de la experiencia femenina en el cono sur, victimizado por la tiranía dictatorial y la censura; las dos, a su vez, son distintas de la experiencia caribeña de Cuba o Puerto Rico, países mediatizados de manera decisiva y tan diferente por el poder de los Estados Unidos. Lucia Guerra afirma, con razón creo yo, que la contribución del feminismo latinoamericano radica precisamente en su énfasis en la heterogeneidad, "nunca ajena a los procesos históricos. Es también la heterogeneidad latinoamericana la que ha permitido explorar, desde una nueva perspectiva feminista, un imaginario del mestizaje en el cual la mujer se representa con una autonomía y poder que la distingue de las imágenes construidas en la cultura europea".

Teniendo en cuenta la diversidad subyacente en las experiencias que nutren la literatura femenina latinoamericana, he aquí los rasgos temáticos, estructurales, discursivos y críticos que la unifican

1) El feminismo latinoamericano se ha aliado con el independentismo, lo cual ha tenido dos consecuencias fundamentales en la literatura:

a) El colonialismo fundacional (español) y el neocolonialismo cultural y económico (europeo y norteamericano), se incorporan a la temática desde la perspectiva del vencido, es decir, como metáfora de la subyugación. No sólo la ficción, sino también la poesía, se estructuran como viajes en el espacio y en el tiempo, los cuales sirven para contrastar la metrópolis con el territorio ocupado. La revaloración de lo autóctono se da creando héroes y espacios míticos con nombres prehispánicos y características de mujer.

b) Se rechazan, de manera más bien tajante, las teorías criticas feministas centroeuropeas o anglosajonas por considerárselas inoperantes en el estudio de una literatura "criolla" y "mestiza". Hay un esfuerzo consciente por formular una teoría critica idónea a la realidad que nutre esa literatura.

2) Otro tema importante de la literatura feminista latinoamericana es la lucha femenina por la vida (que tantas veces resulta ser apenas por la sobrevivencia). Intimamente ligado a propósitos de denuncia y protesta, este tema ha generado una literatura comprometida que está siendo canonizada como esencialmente latinoamericana y cuyo nombre empieza a conocerse, incluso en otras lenguas, con el termino español: testimonio. La literatura testimonial toma su iniciativa de textos documentales, muchas veces recogidos en cintas magnetofónicas, que han contribuido a revitalizar esa vieja forma de registrar la historia y la ficción: el relato oral a cargo de voces femeninas. En un claro ejemplo de solidaridad, escritoras prominentes han prestado su pluma para plasmar la visión del mundo de esas mujeres doblemente marginadas por la pobreza y el analfabetismo, como lo prueban esos textos ahora ya clásicos: Hasta no verte Jesús mío, Si me permiten hablar, Me llamo Rigoberta Menchú y Así me nació la conciencia. El genero testimonial ha captado la imaginación del continente, quizá porque, como afirma Doris Meyer, es el tipo de escritura con más larga tradición en nuestro medio y quizá porque, según creía Victoria Ocampo, permite explicar en que consiste la condición de ser latinoamericano. Cultivado por hombres y mujeres, el testimonio señala la ruptura total con el Boom, pero sus modelos hay que buscarlos en la literatura femenina, sobre todo en los textos de Elena Poniatowska que han incorporado a la literatura no sólo la perspectiva vital de los oprimidos y marginados sino también su lenguaje: "Numerous works published during the 1980's follow one of Poniatowska's literaty models in representing the points of view of lumpen or impoverished working-class characters in an approximation of their own language. The writers may label their works 'chronicles,' or else 'short stories' or 'novels,' but it is often difficult to tell from their discourse which label is more appropriate; that is, whether the characters are actual people who have told the writers their stories (and if so, to what degree the text has been modified by the writer) or whether they are fictional characters based loosely on real people, as in a traditional novel or short story" (Steele 12).

La gran aportación de la literatura testimonial, o de la literatura escrita como testimonio, además de explicar la condición de ser latinoamericano, permite subvertir, con la/s historia/s personal/es de testigos presenciales -reales o inventados- la "historia oficial" de la propaganda política contemporánea o la configurada por los textos canónicos de la tradición literaria. Es mas, el quinto centenario del descubrimiento, que indudablemente estimulo la notable producción de novelas históricas, hizo volver los ojos también a las crónicas de la conquista y colonización inspirando al revisionismo feminista a continuar la tradición testimonial pero esta vez con el propósito de corregirle la plana a la versión oficial de los archivos. Se inventaron historias como las que pudieron haber escrito la Malinche u otras mujeres aborígenes. El resultado ha sido una reivindicación de lo marginado, del "otro," registrando la historia verdadera, desmintiendo la versión oficial del patriarcado que distorsiono el pasado de la misma manera que hoy falsea el presente con el discurso dictatorial.

3) Junto a esta corriente neorrealista de literatura abiertamente testimonial, hay que considerar otra paralela que nace en el cono sur bajo el signo de las dictaduras y a la que Mónica Flori denomina "novela de la censura," entre cuyos exponentes más distinguidos se encuentran Luisa Valenzuela, Isabel Allende, Alina Diaconu, Reina Roffe, Alicia Steimberg. Esta novelística burla a la censura tematizando los efectos de la represión con estructuras fragmentadas, "de rompecabezas," y un discurso metafórico, simbólico y elíptico que exige una participación muy activa por parte de los lectores. La locura, la amnesia, el suicidio y otras formas de alienación deben ser entendidas como expresiones del terror que inspiran la persecución y tortura oficiales.

4) Igual que la literatura feminista en otras lenguas, las escritoras latinoamericanas han legitimado los espacios marginados, sobre todo el ámbito domestico, revalorándolo como símbolo del ser, del poder y del escribir femeninos. Rosario Castellanos, ya en 1969, definía su identidad en términos reminiscentes de las moradas de Santa Teresa: "Yo soy un ancho patio, una gran casa abierta; yo soy una memoria" (Materia memorable, 28-30). La cocina es donde se gestan los deliciosos "gastrotextos" de Laura Esquivel, Rosario Castellanos, Amparo Davila, Patricia Elena González y demás escritoras citadas por Debra Castillo en Talking Back. No cabe duda de que el lenguaje culinario, elevado a la categoría de lenguaje literario, ha generado un tipo de discurso detallista, rico en referencias olfativas y gustativas, hasta ahora inéditos.

5) El humor en la actual literatura femenina latinoamericana tiene un sello propio y muy original que le hace merecedor de un estudio a fondo. Yo me atrevería a decir que -hermanado con la ironía- ha sido el arma literaria más eficaz de subversión contra el patriarcado. Las escritoras latinoamericanas se han rebelado contra los clichés de los ensayos moralistas, los cuentos de hadas, las novelas rosas, las canciones románticas y los refranes (que tenían sujeta a la mujer en estereotipos absurdos) apropiándose intertextualmente de ellos para denunciarlos y superarlos. Títulos como La ultima noche de Dostoievski, Mujer que sabe latín..., El coloquio de las perras, Vírgenes y mártires, o la envidia del útero materno que siente el Brujo supermacho (poseedor no de dos sino de tres testículos) de Cola de lagartija, empeñado en concebir y gestar a su hermana, son sugestivos e hilarantes. Manera ingeniosa y eficaz de transformar las normas sociales.

6) El otro estereotipo reprobado por las escritoras latinoamericanas que adquiere matices culturales específicos es la figura de la madre. Si bien escritoras de otras lenguas han desmantelado el mito de la maternidad como destino personal de las mujeres, cuyo incumplimiento las convertía en monstruos frustrados o seres incompletos, las latinoamericanas han sido testigos de una nueva función maternal ocasionada por la tiranía de gobiernos antidemocráticos y represivos. Una vez cumplida la función biológica de la reproducción, las madres latinoamericanas han inscrito sus cuerpos maternales en el texto de la historia para denunciar los horrores de las dictaduras. Lucia Guerra (181) dice que las madres de la Plaza de Mayo son la imagen moderna de la Matear Dolorosa, pero yo creo que cabe señalar una diferencia fundamental: la sumisión y el silencio de María en el Golgota han sido reemplazados por la palabra corporal y escrita de las mujeres latinoamericanas. De igual modo, las soldaderas del corrido mexicano han sido substituidas por las oficiales de carne y hueso que marchan al frente de los ejércitos guerrilleros, es decir, las mujeres han dejado de ser objetos de invención o apéndices serviles para convertirse en sujetos de la historia y la creación literaria. La conciencia de la responsabilidad que la maternidad trae consigo, en cuanto es un acto privado que tiene consecuencias comunitarias, perfila el rostro de otras madres: aquellas que, desde los textos literarios, se preguntan que tipo de deficiencias sociales pudieron haber convertido en instrumento de tortura y destrucción al niño gracioso y regordete que ellas amamantaron.

7) La textualización del cuerpo femenino no es dominio exclusivo de la literatura latinoamericana contemporánea pero si es prominente en todos los géneros. La mujer se autodefine como sujeto textual y cuenta su historia, independientemente de la que le habían inventado los hombres. El resultado ha sido una literatura erótica sin inhibiciones, en donde deseos, pasiones, fantasías, lo subconsciente y lo sexual, se codifican con un notable predominio de metáforas táctiles. En muchos casos, como en el de Lo impenetrable, de la argentina Griselda Gambaro, las convenciones del decoro en el discurso femenino tradicional se desafían abiertamente, hasta aproximar el nuevo texto a la pornografía. Quizá la rebelión ha sido más vehemente y más extendida en este terreno porque es allí donde se había sentido mayor y más injustamente la represiones. Conviene advertir que el cuerpo femenino se incorpora a la literatura latinoamericana actual en otra dimensión, distinta de la erótica, pues también se temática la violencia sexual ejercida contra la mujer en una sociedad donde apenas ahora, bajo la influencia de la concienciación que la cuestión ha suscitado en Norteamérica, se empieza a pensar en las posibles implicaciones legales de la violación o el acoso sexual, practicas sancionadas por la costumbre hasta el punto de jamas ser noticia en los medios de comunicación.

8) La relación telúrica de la mujer con el planeta, ausente en las literaturas de otras lenguas europeas, es rasgo distintivo de la literatura latinoamericana. El cuerpo violado de la mujer indígena desde la conquista hasta nuestros idas se ha convertido en la imagen arquetípica de la madre tierra cuyo cuerpo, rico y prodigo, es continuamente asaltado por los buscadores de oro de todos los tiempos.

9) Convertido el cuerpo femenino en locus de la escritura, las construcciones simbólicas del lenguaje cambian de signo. Valga un ejemplo para ilustrar como se altera el valor simbólico del lenguaje con el trueque de perspectiva: en la literatura tradicional, la sangre ha servido siempre para sugerir la violencia y agresión del más fuerte. La sangre del flujo menstrual, ausente en la literatura masculina, en el imaginario femenino actual se convierte en metáfora de fertilidad y creación. Otro ejemplo lo constituye el desgarro del parto (tantas veces apropiado por el discurso masculino como metáfora de la creación escrituril) que ahora se textualiza como símbolo de la identidad femenina escindida, "abismo entre lo que fue propio y ahora está irremediablemente separado" (Guerra 172): "este cuerpo que es mío y no es mi cuerpo."

10) El discurso se fragmenta y la retórica adquiere marcada calidad oral, tanto en la poesía como en la ficción. En la poesía por el tono de protesta, evocador del grito de indignación y angustia; y en la ficción por el tono confesional y la dispersión de la voz autorial en los relatos [pseudo]personales (autobiografías, memorias, diarios, cartas, conversaciones) cuya estructura y puntos de vista imposibilitan la presencia de un narrador omnisciente.

11) Se privilegian los modelos paródicos de escritura, los que, a su vez, fomentan el uso intertextual de la cultura popular. Los códigos lingüísticos que se registran en la actual literatura femenina latinoamericana son tan variados que es imposible hacer una lista completa pues abarcan anuncios publicitarios y formulas de belleza, recetas de cocina, versos de canciones populares y poemas románticos, antiguos refranes y viejas supersticiones, grafito, pancartas, arengas políticas, informes periodísticos, entrevistas, declaraciones oficiales, novelas rosa, novelas de ciencia ficción y telenovelas. Este es para mi el rasgo más diferenciador de la literatura latinoamericana escrita por mujeres: la oralidad del discurso, reminiscente de una cultura que funciona a base de proverbios y relatos. El discurso masculino, incluso el de aquellos escritores que podrían denominarse postmodernos, todavía no se ha liberado del todo de la tendencia a lo académico, teórico y conceptual que había caracterizado al discurso del Boom. La extensa polifonía del discurso femenino ha facilitado enormemente la creación de una escritura dinámica, elíptica y sincopada, muy eficaz tanto para reconstruir los estereotipos del patriarcado como para subvertir la censura impuesta por las dictaduras.

12) Controlando el discurso, la mujer aparece como agente de su propia significación y de la misma manera que, en cuanto sujeto político, contribuye a forjar la historia con una nueva ética, en cuanto escritora, es consciente de que la autorrepresentación de su identidad requiere la invención de nuevas estrategias literarias. El tema de la condición femenina incluye el de la practica textual. Desde la nueva perspectiva que su sexo les descubre, las escritoras latinoamericanas deconstruyen la poética convencional del patriarcado mientras codifican su propia ideología de la escritura. El discurso femenino latinoamericano de hoy constituye también una forma singular de metalenguaje.

13) Como sus hermanas del Norte, las estudiosas de la literatura femenina latinoamericana han intentado establecer una tradición literaria matriarcal no para suplantar sino para completar la tradición del patriarcado. La labor de rescate que se está llevando a cabo demuestra que, desde la perspectiva femenina, la historia de la literatura latinoamericana se perfila como un abanico abriéndose progresivamente con el paso del tiempo. Dejando de lado las poetas precolombinas cuya existencia se problemática por ser de carácter exclusivamente oral y en lenguas aborígenes, es indudable que el abanico histórico-literario lo tiene sujeto por el mango la figura heroica de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-95), el primer poeta notable que da el continente americano en lengua europea. Hija de padre español y madre criolla, Sor Juana es un símbolo de aquello que constituye esencialmente nuestra raza y nuestra cultura: un mestizaje. Para las mujeres que pensamos, leemos y escribimos en español, ese símbolo adquiere proporciones gigantescas porque Sor Juana es también la primera feminista de América, cuya obra da fe de como la potencia creadora en la mujer es capaz de vencer la hostilidad de cualquier sistema patriarcal.

Las investigaciones recientemente realizadas demuestran que gran parte de la literatura femenina colonial se ha preservado porque se desarrollo en los conventos lo cual explica el predominio de lo ético-religioso en la temática y de la crónica y la autobiografía en la forma. El sexo de sus autoras explica la preferencia por la lengua casera y familiar de sus escritos. Electa Arenal y Stacey Schlau dan testimonio de la producción femenina de esta época en su espléndido y valiosísimo trabajo de recopilación Untold Sisters: Hispanic Nuns in Their Own Words.

El siglo diecinueve registra un aumento en el numero de nombres reconocidos pero estos todavía aparecen esporádicamente y las autoras que los llevan no siempre se aproximan a la problemática femenina desde premisas abiertamente feministas. No así las escritoras de la primera generación poética del siglo XX que son incorporadas al canon imperante pese al tono de denuncia y protesta de sus escritos: Mistral (1889-1957), Agustini (1886-1914), Storni (1892-1938) e Ibarbourou (1895-1979).

El auge de la literatura femenina en Latinoamérica empieza realmente a mediados de siglo y se sostiene en el eje geográfico México-Argentina representado por las figuras de Rosario Castellanos (1925-78) y Elena Poniatowska (b. 1933) en el extremo norte y Victoria Ocampo (1890-1979) y Griselda Gambaro (b. 1928) en el extremo sur. Las escritoras de esta generación son las precursoras directas de una literatura que, tanto por la temática como por el discurso, se puede calificar de auténticamente feminista.

Los años setenta vieron irrumpir en la escena literaria cientos de libros escritos por mujeres. Este no es el momento de recopilar títulos ni tratar de separar lo que es literatura -metáfora, suspenso, misterio, épica, - de lo que es mera anécdota personal o panfleto político, pero tampoco se puede ignorar hechos como el que documenta Peggy Job (Steele 14): sólo en México más de cincuenta autoras han publicado novelas y colecciones de cuentos en los últimos 25 años. Si a esta cifra se añaden los nombres de poetas y se recorren otros países, el total es sensacional. Lo que es evidente es que las escritoras latinoamericanas han ingresado en el canon y lo han transformado. Cuando se habla del Boom no se escucha ni un solo nombre de mujer, pero ése no es el caso cuando se trata de la literatura actual. Una tercera parte de los artículos seleccionados por el distinguido hispanista Donald Shaw para un número especial de Studies in Twentieth Century Literature (1995) dedicado a la literatura del post-Boom, se ocupan de novelistas mujeres. Y lo más significativo es que, al definir el post-Boom, Shaw sustenta sus postulados teóricos del artículo introductorio apoyándose por igual en la practica textual y las opiniones críticas tanto de los hombres como de las mujeres de letras que constituyen la última promoción latinoamericana.

14) Todavía no se puede hablar de una teoría literaria propiamente latinoamericana pero si de una conciencia clara de la necesidad de formularla. La reflexión critica no escasea pero toma la forma de análisis de textos individuales o examina grupos generacionales o tradiciones nacionales. Ha habido incursiones en este campo como la interesante teoría de la dependencia que Angel Rama desarrollo al estudiar la poesía rubendariana profundizando en la conexión que descubre entre la estética del lujo modernista y la economía internacional de finales de siglo, pero de momento las propuestas teóricas siguen llegando de sociedades más desarrolladas. En ningún otro campo hay una conciencia tan clara de vacío que apunte a la necesidad de un autoexamen colectivo, única manera de salvar nuestra precaria identidad del neocolonialismo que continua amenazándonos. Hemos dado un paso hacia adelante al admitir que no hay lecturas neutrales pero la construcción de una teoría feminista basada en la doble alteridad de la escritora latinoamericana está por hacerse.

En conclusión, ya hemos empezado a superar el estallido inicial de la protesta feminista que, como el de toda revolución, fue necesariamente estridente; pero ahora que ya hemos cambiado el mundo -aunque sea mínimamente-, que ya hemos obligado a los ojos y los oídos de la sociedad contemporánea a fijarse en lo que dicen y hacen las mujeres, el terreno es fértil para formular programas y presentar demandas serenamente. Queda mucho camino por recorrer pero las nuevas generaciones no podrán deshacer lo andado por la nuestra. Ese es el contexto en el que escriben las escritoras latinoamericanas, inventándose a si mismas e inventando también a los hombres para descubrir dominios antes no explorados del ser y la existencia, construyendo nuevos signos para expresar su original percepción del universo, liberando al discurso de viejos tabúes patriarcales, inscribiendo su ideología de emancipación para cambiar voluntariamente la historia. Y todo ello en una escritura fabricada desde los ritmos más íntimos de sus cuerpos de mujer.

La literatura feminista, en cuanto está comprometida a reformar las estructuras del poder político, desempeña una función critica en la sociedad y en este sentido, la literatura feminista latinoamericana de hoy constituye una respuesta a la consigna que Octavio Paz lanza al continente: "Lo más urgente es que el 'tercer mundo' recobre su propio ser y se enfrente a su realidad. Esto requiere una critica rigurosa y despiadada de sí mismo y de la verdadera índole de sus relaciones con las ideas modernas. Estas ideas han sido muchas veces meras superposiciones; no han sido instrumentos de liberación sino mascaras. Como todas las mascaras, su función consiste en defendernos de la mirada ajena, y por un proceso circular que ha sido descrito muchas veces, de la mirada propia. Al ocultarnos del mundo, la mascara también nos oculta de nosotros mismos. Por todo esto, el 'tercer mundo' necesita, más que dirigentes políticos, especie abundante, algo más raro y precioso: críticos. Hacen falta muchos Swift, Voltaire, Zamiatine, Orwell. Y como en esas tierras, antiguas patrias de la orgía dionisiaca y del saber erótico, hoy impera un puritanismo hipócrita y pedante, también hacen falta unos cuantos Rabelais y Restif de la Bretonne vernáculos (Corriente alterna 216)." Los Swift, los Voltaire, los Orwell y los Rabelais del siglo XXI serán latinoamericanos, escribirán en español vernáculo y tendrán nombre de mujer.


ADELAIDA MARTÍNEZ
Universidad de Nebraska:

http://ekeko.rcp.net.pe/Cemhal/articulos.htm

Encontrado en: http://www.correodelsur.ch/Arte/literatura/literatura-y-feminismo.html




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