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Friday, March 27, 2009

DIAMELA ELTIT EN LA FERIA DEL LIBRO DE LA HABANA 2009

“La escritura no es inocente. Me he propuesto una escritura arriesgada. He escrito con el desafío, el fracaso y con aciertos a poquitos ratos. Esa relación me ha mantenido viva porque la vida concreta del día a día sigue siendo insuficiente”

Para celebrar su cuarto de siglo, la Casa de las Américas edita por primera vez en Cuba su novela Lumpérica. Resulta obvio que estamos hablando de la chilena Diamela Eltit, una mujer que prefiere estar en los bordes, donde siente mejor acomodo y desde donde también posiciona un discurso igualmente incómodo y perturbador. De visita a la institución cubana en 1995 como jurado del Premio Casa y luego en 2002 cuando se le dedicara la Semana de Autor, Eltit regresa a Cuba como parte de la delegación chilena que asiste a la 18va. Feria Internacional del Libro, Cuba 2009, donde Chile es país invitado de honor y la Casa de las Américas una de las homenajeadas por su medio siglo de existencia.

La ensayista y crítica Zaida Capote, autora del prólogo, expuso a los asistentes a la presentación las razones por las cuales Lumpérica, a pesar de sus veinticinco años de escritura, persiste en ser una lectura viva y actuante en la literatura contemporánea.

“Es un libro perturbador, atravesado por varios niveles narrativos. Relata en términos performáticos, la ocupación de la realidad y la práctica pública. Es un texto percibido como un libreto de acción plástica, de ensayo cinematográfico. Encontramos la nuez de los motivos que han perdurado en su literatura posterior y en su propia vida”, explicó.

Desde el discurso femenino, se centraliza el cuerpo y se desprende un tipo de acción política que interactúa con lo exterior. Para Zaida, el libro resignifica la tradición literaria chilena, y, es esencialmente, una metáfora de la nación en plena dictadura militar. Es, asimismo, afirma la autora de La nación íntima, un atrevido documento experimental.

Partícipe del Colectivo de Acciones de Arte (CADA) en el que se incluía un grupo de jóvenes —Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Fernando Balcells y Raúl Zurita—, Diamela ha sostenido su militancia y su compromiso con la escritura y la política, sentida ésta como acción e intervención.

Su intervención fue ilustrativa de esto último. Precisa y de a poco, Diamela fue desbrozando su relación con la literatura y también con la historia y la sociedad chilenas.

“La escritura no es inocente. Me he propuesto una escritura arriesgada. He escrito con el desafío, el fracaso y con aciertos a poquitos ratos. Esa relación me ha mantenido viva porque la vida concreta del día a día sigue siendo insuficiente”, declaró.

Para Diamela estos años han valido la pena y comprende que está situada al borde. “No estoy ni adentro ni enteramente afuera, es un borde que me interesa, estoy donde quiero estar. Es un lugar elegido”, añadió.

Lumpérica se publicó por primera vez en Chile en una edición de mil ejemplares que demoraron siete años en venderse. Por lo tanto, lo comercial no es centro de atención para la autora. “El libro debe buscar sus lectores y tendrá los que necesite. El libro va a una cita y siempre he apostado por esa sorpresa”.

Diamela no quiso, estando en Cuba, pasar por alto el barroco cubano y citó a Lezama Lima y a Severo Sarduy. “Me interesa el fragmento de cuerpo que no termina por construirse”. Preocupada por la producción de ideología, siempre le han interesado los pequeños espacios. Sin embargo, sobre Lumpérica, cuyas acciones ocurren mayoritariamente en la plaza pública, espacio amplio de confluencias, aseguró que hizo en ese caso lo que tenía que hacer en ese momento. Hoy, por el contrario, su última novela transcurre en una cama, no seductora, sino estática.

Ajena a burocratismos y rituales a la hora de la escritura, Diamela confesó que no quiere escribir por escribir, “No me considero escritora profesional, la literatura tiene un sentido de abandono de los lugares, mi relación con la literatura es libro a libro”.

Diamela Eltit hizo un paréntesis y se alejó de la novela de marras por un momento para convidarnos a un viaje por el anecdotario personal, más vinculado a los años de la dictadura.

“Me quedé allí. No me fui.” Recordó entonces que le había dicho a uno de sus alumnos brasileños que llegaban de Brasil huyendo de la dictadura, que ella nunca sería capaz de vivir bajo un régimen así. Y lo hizo. “Lo más duro era saber y vivir. Saber que a la gente la mataban, y seguíamos viviendo. Saber y vivir”, confesó en uno de los momentos más impactantes de la tarde.

“Puso a prueba la épica”, dijo. Hablaban del estado del tiempo, de si habría sol o lluvia y así constantemente, porque nadie estaba seguro de quién era el otro, de con quién se estaba hablando.

Sobre la situación actual de Chile, Diamela explicó que se salía de una dictadura para adentrarse a una relación extrema con el mercado. “Es una sociedad extraviada que hoy debe repensarse”. Elogió el desempeño de la presidenta Michelle Bachelet y denunció las presiones a las que la someten los intereses de la derecha y del mercado en Chile.

El encuentro avivó en muchos de nosotros la admiración por la agudeza y radicalidad de una mujer que, justamente el Día de San Valentín, confesó —parafraseando la frase marxista— que “el amor, tal como lo construye el sistema, es el opio de las mujeres”.

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