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Monday, April 28, 2008

LITERATURA / marzo 2008
Carmen Berenguer, escritora:
"Donde hay una situación molesta, ahí está mi letra"

RS entrevistó a la poeta chilena justo el día antes de que le anunciaran que había ganado el máximo premio otorgado por el Estado a poetas iberoamericanos. Y lo mejor: primera vez que se lo entregan a una mujer chilena. Conoce a esta escritora que dedicó su premio a lesbianas y homosexuales.
Por Consuelo Terra, RS



Carmen Berenger, al centro, en el día en que se anuncio su premio, acompañada de escritores e intelectuales como Soledad Bianchi y Carlos Monsavis (foto: emol)

Hablé con Carmen Berenguer en dos ocasiones. La primera fue en su casa, el jueves pasado, en una entrevista de casi dos horas, donde me habló, entre otras cosas, del maltrato que hace la sociedad chilena a las mujeres escritoras y a las mujeres en general. La segunda vez, fue por teléfono, el lunes, después de haber salido en todos los medios por recibir la máxima distinción que entrega el Estado chileno a un poeta iberoamericano, el Pablo Neruda y era primera vez que se lo concedían a una chilena desde el 2004, año que comenzó a entregarse el galardón.

Su voz sonaba alegre. Mucho. Y no era para menos. "Estoy bien contenta, y como dije al recibir el premio, me lo merezco. Eso de decir "uy, no me lo esperaba, muchas gracias", es falsa modestia y no me gusta esa lloriquera de hacerse el humilde”, dijo.

Lo que no salió en los diarios, me cuenta ella, es que durante la ceremonia ella le dedicó el galardón “a las mujeres, a las lesbianas, a los homosexuales, al pueblo mapuche”, además de su familia y algunos amigos.

"De los premios, lo más interesante que te produce, es que más gente te va a leer. Van a hacer una antología de tu poesía. Eso es importante. Y la valoración del trabajo que has venido realizando, el reconocimiento, esas son cosas positivas. Más allá de eso, una sigue con su vida cotidiana, trabajando con prolijidad y pulimiento y eso no cambia en nada”, añade.

La autora de “Bobby Sands desfallece en el muro” vive con su familia de artistas. Su marido es científico y pintor, su hija es actriz performancista y su hijo, percusionista. Y todos ellos están en un departamento ubicado justo sobre la plaza Italia. Bajo su ventana ha visto aglomerarse a las personas cada vez que ocurre un evento significativo. Celebrando o protestando: la muerte de Pinochet, las marchas del orgullo LGTB, las manifestaciones de estudiantes, mujeres y trabajadores.

"Aquí la otra vez llegaron los nazis abajo del edificio. Llegan 40 ó 50 pelados, a poner una suástica de velas. Y cantando el himno nacional con las otras dos estrofas, muy militar, mirando el edificio y gritando "Hitler, Hitler". Yo me sentí terrible. Y escribí sobre eso. Son las manifestaciones sociales que se vinieron dando en el país y cómo simbólicamente se fueron expresando. Todo eso es parte de tu proceso literario”, cuenta.

Esos años fueron bien movidos para ti que estuviste metida en todo el movimiento cultural de los ochenta...

Sí. Desde 1981 hubo un espacio en que estaba el interés de activar un poco a la gente frente a las atrocidades que se estaban cometiendo. Yo estaba en el momento ahí en un grupo de escritores con un taller literario que hicimos en el Pedagógico. Y como no había derecho a reunión, fue un espacio cruzado que se gestó ahí entre la literatura, la política, el arte.

¿Te marcó emotivamente esa época?

El 73 me marcó la vida. Yo diría que a ningún escritor le es ajeno estar viviendo un momento en que comienza un golpe militar. Yo no estaba aquí en ese momento tampoco, pero cuando llegué a chile, a fines del 73, inmediatamente después del golpe, estaba viendo y sintiendo todo eso. Esas cosas te marcan la vida. Y yo era joven en ese entonces.

¿Viste también una cultura homosexual o lésbica en esa época dentro del movimiento?

Claro, el escritor Jorge Narvae era gay, siempre hay gays en la sociedad de escritores, la mayoría más tapados y ocultos. No había todavía esa apertura dentro de esos lugares tremendamente masculinos que imagino que son los lugares gremiales como la sociedad de escritores. En esa época, nadie hablaba de la poesía lésbica ni tampoco de la literatura homosexual. En ese entonces, la literatura era una sola, universal, entonces era una sola visión. No daba paso para que hubiera esas expresiones. No se hablaba de eso.

¿Encuentras que existe hoy una cultura lésbica?

Yo diría que es más invisible, lamentablemente. Recién en los últimos años ha salido la gente más joven, las nuevas generaciones, a poner el relieve en el tema.

Una literatura de mujeres

¿Cuándo empezaste a identificarte como feminista?

El feminismo yo creo que me viene de mi mamá y mi tía Elvira. Son dos mujeres solas que lucharon en la vida, eran independientes económicamente, políticas las dos. Pero al mismo tiempo eran mujeres que tenían una relación un poco conflictuada con el machismo. Y a partir de ahí empiezas a pensar absolutamente por piel qué es ser una mujer, por qué tengo que sentirme acosada o agredida en la vida y sentir una especie de acoso desde que es chica. Y luego a los 19 años, me fui a Estados Unidos y ahí trabajé con mujeres del movimiento feminista norteamericano, fue un aprendizaje. Después en Chile, la sociedad de escritores era otra situación de pequeños roces y conflictos, sobretodo en estas organizaciones políticas donde la mujer era la que servía el café. La mujer siempre era la secretaria, la tesorera. Más la secretaria que la tesorera, porque tenían mucha confianza en ella.

¿Cómo era la relación con las mujeres escritoras?

Había un doble patrón, un conflicto no resuelto. Pasaba también por la seducción. De pronto le hacían el juego a la mujer, pero siempre estaba el escritor que era socialmente mejor evaluado que una escritora mujer, como lo que vimos a partir de nuestras poetas. Mujeres que eran siempre más secundarias o maltratadas por la sociedad chilena como el caso paradigmático de Gabriela Mistral, pero también Winétt de Rokha, la señora de Pablo de Rokha, que también era escritora, pero casi nadie habla de ella. Entonces los temas de la mujer siempre eran secundarios. Y yo creo que en los ochenta ocurría lo mismo.

Pero las mujeres siempre tuvieron un papel importante en esas luchas, en las protestas…

Estaba La Morada, donde se juntaba un grupo de partidos políticos con las feministas ahí. También la mujer pobladora y las esposas de detenidos desaparecidos, de sindicalistas muertos y de exiliados entraron a la arena política en esa situación. Y eso relacionado con la sociedad de escritores que también trabajamos socialmente un activismo coyuntural que tenia que ver con lo que nosotras sentíamos como escritoras. Con la Pía Barros estuvimos pensando la situación y ahí tuvimos una relación muy bonita con ella, sacamos una revista feminista.

Difícil debio haber sido...

En realidad, fueron los primeros pasos en que se nombraba la palabra feminista, muy titubeante todavía, a los escritores masculinos les daba un poco de lata. Y poco a poco, en pequeños grupos estaba ocurriendo esta situación en que la mujer se estaba pensando a sí misma. Como Damiela Eltit, o Nelly Richards, que venían de otros núcleos más vanguardistas.

¿Pero todas ellas se autodenominaban feministas?

Algunas escritoras no querían llamarse feministas porque era tan demonizado. Eso hacia que algunas escritoras dijeran “yo soy mujer, pero no soy feminista”. Como una dicotomía ahí entre la mujer y el feminismo.

¿Te costaba enfrentar el rechazo a lo feminista?

No, yo tuve una enseñanza y una formación un poquito más libre. No le tenía miedo a las palabras, nunca le he tenido temor a las palabras. Sin duda que en la literatura, siempre se buscan resquicios para hacerlo más diferido, pero en ese entonces se hablaba de la mujer, del feminismo y ahí estaba el énfasis que le dábamos. Y así se fue gestando la escritura de mujeres. Surgió una teoría del cuerpo. Un segundo feminismo, que ponía el énfasis no solo en la relación con los hombres, sino también en mirarse a sí misma. El cuerpo como la figura y el soporte para hablar de la mujer. El cuerpo femenino. Eso se metaforizó bastante, y yo lo hice en poesía, conjugado con mis propias experiencias.

¿Encuentras que han cambiado las grandes preguntas o problemas que tiene la mujer ahora?

La mujer parece que siempre aparece en los intervalos de la historia. Momentos en que hay ciertos vacíos históricos en que las mujeres entran y luego el mundo se reordena de otra manera y le pone punto final a toda esta irrupción. Aquí ocurrió la transición política y eso hizo que las mujeres se fueran a trabajar en centros institucionales. Muchas mujeres feministas se fueron de vuelta a sus partidos políticos. Quedaron las feministas solas. Y eso produjo desgaste.

Muchas feministas prefieren excluirse de los espacios oficiales, de partidos o gobierno...

Una se pregunta frente a muchas cosas cuál es el papel de una mujer política en el Senado. O de una mujer presidenta. Y hay temas que van quedando derivados, como el tema de la violencia contra la mujer que viene a tratarse recién, después de que hace años hay miles de mujeres que son golpeadas diariamente. Eso pasa por la elite también. Chile es un país elitista, clasista. Cuando le hacen la pregunta a la ministra Provoste, quizás no es el momento para que ella saque a colación el clasismo, pero sin duda que ocurre. Y la mayoría de nuestro país lo vive, la mayoría pokemona, la mayoría de las chicas de clases sociales no ABC1. Y la gente de la Concertación lamentablemente son un grupúsculo elitista. Hay que aprender de los sindicalistas del cobre, de los pingüinos.

¿Qué te pareció la revolución de los pingüinos?

Es que ni siquiera era idealismo porque era producto de la realidad que ellos viven. Era producto de que su educación está mala, es de segundo orden. Y eso hace que comience a haber una situación de malestar. Yo considero que no estoy en el pasado, estoy en el presente, en la coyuntura actual. Y las letras las he tomado para eso.

¿Para poder expresar ese malestar?

Exactamente. Para mi las letras son esto. Donde no está el lugar, donde hay ausencia de lugar, ahí pongo una letra. Donde hay una situación molesta, ahí esta mi letra. Porque hay una ausencia politica, ausencia de lo político. Eso me interesa a mí, es lo que hago y no me preocupa nada más.
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