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Sunday, September 09, 2007

¿Qué les preocupa hoy a los escritores?

A priori esta es una pregunta imposible de responder de forma única en la actualidad. Hay múltiples y muchas veces extrañas respuestas que son expresión de una crisis. Las preocupaciones más llamativas van desde la crisis del medio oriente hasta el uso malévolo de dineros institucionales, del discernimiento de los fondos estatales de la cultura (normalmente reclamando porque se aprobó el proyecto de algún ente indigno en vez del propio) hasta la discusión de los fallos en concursos literarios. La verdad es que ninguna de estas temáticas parece atractiva, ni menos aún constructiva. Buena razón para proponer otros asuntos más relevantes.

La política subsidiaria del estado en materia de cultura se basa en un concepto que hace crisis día tras día: los concursos de proyectos. Amén de las “fiestas culturales”, florilegio de zancos, colombinas y batucadas, poco más puede evidenciarse después de un par de años de existencia de un Ministerio del ramo.

Los concursos de proyectos no dejan construir una política cultural sólida y continua, puesto que los criterios de los jurados del Fondo del Libro son cambiantes (en un espectro impresionantemente amplio), heterogéneos (casi esquizofrénicos al comparar año por año los criterios aplicados). En este escenario, el quehacer de instituciones culturales como Letras de Chile –cuyo quehacer y aporte en diversos ámbitos está absolutamente acreditado- está abandonado al arbitrio de esta variabilidad oscilante y contradictoria de juicios. Poco puede esperarse en la empresa privada y menos todavía de los escuálidos bolsillos de aquellos escritores que a pesar de todo sostenemos un quehacer independiente.

Carecemos en consecuencia de una política de claras prioridades y objetivos, que permita dar continuidad a ciertos esfuerzos e iniciar iniciativas que urgen… ¿Cómo cuáles dirá usted? Veamos algunas:

* Financiar en forma masiva y decidida la visita regular de escritores a escuelas básicas y liceos para fomentar la lectura directamente (en nuestra experiencia el contacto de los alumnos con escritores es altamente efectiva para despertar el interés por la literatura, lo cual coincide con experiencia comparada en Argentina, Brasil y México)
* Financiar en forma permanente medios electrónicos de difusión literaria que tienen una audiencia numerosa y que buscan innovar continuamente (por ejemplo, www.letrasdechile.cl tiene más de 6.000 visitas diarias)
* Promover la traducción y publicación de obras de autores chilenos en el extranjero a través de un mecanismo a crear. ¿No sería esta una exportación no tradicional de alto valor agregado?
* Buscar un mecanismo para estimular la instalación de nuevas librerías (es preocupante que no lleguemos a sumar 100 puntos de venta de libros en todo Chile; hay comunas y ciudades sin librerías ¡qué vergüenza!). Por ejemplo podrían comprarse libros a través de las pequeñas librerías, he ahí un mecanismo de subsidio.
* Otro nudo o cuello de botella: la distribución nacional de libros, sobre todos aquellos autoeditados o publicados por las editoriales nacionales que deben competir contra los gigantes transnacionales en condiciones bastante adversas). ¿No podría intervenir el estado en esta material para regular tanto el acceso a la cultura como la competitividad del mercado?
* La empresa Correos de Chile podría aplicar una tarifa que fomente el envío de libros e impresos (que hoy resulta más caro que cualquier carta o encomienda, o sea se castiga el envío de un libro como difusión o regalo, o incluso originales para un concurso)

La política de concursos del Consejo del Libro permite por ejemplo que se adjudiquen recursos instituciones estatales para proyectos de infraestructura que debieran financiarse con presupuestos locales. El máximo ejemplo es el concurso de adquisiciones de libros ¿Por qué de una vez por todas no se incrementa el poder de compra de la DIBAM y se centraliza allí esta función?

Se podrá alegar que los recursos son menguados, pero es preciso recordar que la Ley del Libro se hizo sobre la idea de que el IVA de los libros (ya que no se podía eliminar por un impedimento relacionado con las paradigmas económicos vigentes), se reinvirtiera completamente en el sector.

Ciertamente no es el monto del presupuesto lo que solucionará esta problemática sino que las nuevas e inteligentes y estructuradas políticas (orientadas por una visión nuclear) que se definan y el criterio con que se apliquen. Pienso que los mecanismos de operación del Consejo del Libro debieran repensarse, desde su propia integración (ojo, lo mismo debiera hacerse con el Premio Nacional de Literatura) y mecanismos de selección de jurados y evaluadores. Pero todo esto requiere, primero, la definición de una política cultural que oriente los esfuerzos, defina prioridades, dé estabilidad al quehacer literario en toda su cadena y se centre en las tareas prioritarias más allá de la mera resolución de concursos de asignación de fondos.

Diego Muñoz Valenzuela es Presidente de Letras de Chile


fuente: pagina web-agosto 2006

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